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Generación distribuida: lo bueno, lo malo y lo feo

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¿La generación distribuida democratiza la energía o desestabiliza el sistema? La clave está en cómo se regula.

La expansión de la generación distribuida en RD

La generación distribuida (GD), especialmente a partir de energía solar, está en auge en todo el mundo gracias a la fuerte reducción de costos tecnológicos. En República Dominicana, el crecimiento ha sido notable: al cierre de 2024, hay 422 MWp instalados bajo el programa de Medición Neta (SENI), repartidos entre más de 18,400 clientes, según datos de la Comisión Nacional de Energía.

Este avance responde a un paquete de incentivos fiscales: exención de aranceles para paneles e inversores, deducción del 40% del costo de los equipos del ISR en tres años y exención del ITBIS. Esta política pública fue clave para impulsar el desarrollo de la GD.

A finales de 2024, la Superintendencia de Electricidad presentó un borrador de “Reglamento para la Aprobación, Interconexión y Operación de Instalaciones de Generación Distribuida de Energía”. En ese contexto, se realizó una Audiencia Pública para recibir comentarios y observaciones sobre la propuesta. A partir de estas contribuciones —tanto formales como las expresadas en medios digitales— se ha podido organizar y clasificar las opiniones de los distintos participantes. Hemos agrupado los argumentos en tres bloques: lo bueno, lo malo y lo feo, resaltando los puntos clave de coincidencia y de tensión entre las posturas.

En términos generales veremos que el debate actual no gira tanto en torno a la tecnología, sino al modelo de compensación. En particular, hay preocupación sobre si el esquema de medición neta, vigente desde 2012, sigue siendo sostenible. Entender los conceptos es clave: la generación distribuida implica producir energía cerca del punto de consumo, y la medición neta permite que los usuarios compensen su consumo con la energía que inyectan a la red, recibiendo créditos en kWh. Por otro lado, en la facturación neta, el excedente se remunera a una tarifa fija, normalmente inferior a la tarifa residencial.

Lo bueno: eficiencia, sostenibilidad y democratización energética

La GD tiene múltiples beneficios. Permite producir energía cerca del consumo, reduciendo pérdidas técnicas y costos.

  1. Las empresas distribuidoras no pierden con este tipo de energías renovables; por el contrario, se benefician al reducir el precio de compra de energía en el mercado. Además, este modelo alivia la sobrecarga de los transformadores de distribución y disminuye la congestión de la red.
  2. La transición hacia un sistema de energía distribuida y renovable no solo alivia la carga financiera de las familias y pequeñas empresas, sino que también asegura que el Estado cumpla con su obligación constitucional de brindar un servicio público accesible, asequible y sostenible.
  3. Contribuye al cuidado del medio ambiente al reducir o evitar el uso de derivados del petróleo, disminuyendo así las emisiones de gases de efecto invernadero.
  4. La generación distribuida reduce los precios en el mercado spot durante el día, lo que beneficia tanto a las empresas distribuidoras como a todos los consumidores.
  5. Contribuye a disminuir la demanda diurna en el Sistema Eléctrico Nacional, generando un considerable ahorro en el uso de combustibles fósiles.
  6. El programa de medición neta contempla un descuento del 25% del valor a pagar por la inyección neta cuando las inyecciones superan los retiros mensuales.

La GD representa una oportunidad para democratizar el acceso a la energía limpia, reducir costos a largo plazo y aumentar la resiliencia del sistema eléctrico.El Programa de Medición Neta, aunque con limitaciones (25 kW residenciales y 1 MW para otros usuarios), ha sido clave en este avance. Asociaciones como ASOFER, ADUPAS y el Instituto de Energía de la UASD resumen lo bueno en: menor costo marginal, menores pérdidas técnicas, menor emisión de GEI y mayor resiliencia del sistema.

Lo malo: desequilibrios en costos y sostenibilidad del sistema

El crecimiento de la GD también plantea desafíos. El principal: ¿quién paga por el uso y mantenimiento de la red eléctrica cuando el prosumidor solo la usa parcialmente?

  1. La red eléctrica es una infraestructura indispensable que garantiza estabilidad y disponibilidad de energía cuando los usuarios de generación distribuida no pueden autoabastecerse, como durante la noche o en condiciones climáticas adversas. Este acceso tiene un costo asociado que debe ser reconocido.
  2. La regulación actual de medición neta fue adecuada en un contexto donde era necesario incentivar el uso de paneles solares. Sin embargo, en la actualidad, esta normativa ya no responde a las realidades y necesidades del sector.
  3. El esquema de medición neta opera como un trueque, donde la energía generada por los paneles solares se compensa al mismo precio que la energía vendida por las distribuidoras. Este mecanismo genera un déficit que afecta la capacidad operativa de las EDES, un costo que finalmente es asumido por los usuarios que no cuentan con paneles.
  4. Mantener el esquema de medición neta prolonga una deficiencia, que se traduce en un subsidio tarifario significativo para la energía no consumida instantáneamente por los propietarios de generación distribuida que carecen de sistemas de almacenamiento.
  5. El esquema vigente no diferencia adecuadamente entre el autoconsumo de los usuarios con paneles solares y la venta de energía excedente a las distribuidoras. Como resultado, cuando los clientes utilizan su propia energía en lugar de adquirirla de la red, las distribuidoras enfrentan una disminución considerable en sus ingresos.
  6. Bajo el modelo actual de medición neta, los usuarios con paneles solares no contribuyen al mantenimiento de las redes de distribución eléctrica, lo que genera inequidades en el sistema.
  7. El costo de generación de un kilovatio hora por parte de una distribuidora, que incluye la compra a generadores, inversiones en redes y otros gastos operativos, no es comparable con el costo de producir energía mediante una instalación de paneles solares en un techo. Este desbalance se amplifica al inyectar energía a las redes bajo el esquema actual.
  8. El mecanismo de intercambio a través de la medición neta vulnera el espíritu y la esencia de la ley. Porque no es equitativo ni no discriminatorio, ya que transfiere los costos de garantizar la “calidad, seguridad y continuidad” del servicio a otros usuarios del sistema.
  9. Retribuir monetariamente la energía inyectada al precio de la tarifa equivale a compensar por costos que la generación distribuida no incurre, lo que distorsiona el equilibrio económico y operativo del sistema.

En resumen, lo malo no es la GD en sí, sino la regulación vigente, que no reconoce adecuadamente los costos del sistema y genera desequilibrios entre actores.

Lo feo: riesgos técnicos, desigualdades y falta de planificación

Más allá de los incentivos y los costos, hay problemas estructurales. Si el crecimiento de la GD no se planifica adecuadamente, pueden surgir impactos negativos:

  1. Esquemas tarifarios inadecuados conducen a desequilibrios que afecta a las empresas y a mediano plazo a los propios Prosumidores y Consumidores
  2. A consecuencia de mal diseño de tarifas pueden crearse barreras que desalientan a los interesados en instalar sistemas solares
  3. La integración masiva podría requerir costosas actualizaciones en la infraestructura de la red, lo que puede repercutir en los costos para todos los consumidores.
  4. La inyección de energía distribuida puede complicar la coordinación de protecciones en las redes eléctricas de baja tensión. Esto puede llevar a una pérdida de sensibilidad y selectividad en los sistemas de protección, aumentando el riesgo de fallas no detectada.
  5. El esquema actual de Medición Neta no fomenta el uso de sistemas de almacenamiento de energía (BESS), lo que perpetúa la dependencia de la red eléctrica en momentos de baja generación solar y dificulta una gestión más eficiente de la energía excedente.
  6. Aun cuando los costos han bajado la posibilidad de instalar generación distribuida suele beneficiar más a quienes tienen mayor capacidad económica, lo que podría ampliar las desigualdades energéticas y sociales.
  7. Mayor provisión de servicios auxiliares para garantizar estabilidad y calidad del suministro eléctrico.

La GD masiva sin planificación podría generar flujos bidireccionales en las redes de distribución, para las cuales muchas infraestructuras actuales no están diseñadas, incrementando las pérdidas técnicas y los riesgos operativos.

En resumen, lo feo está en las consecuencias no intencionadas de un modelo desfasado: desequilibrios tarifarios, inequidades sociales y riesgos técnicos.

Reformar el modelo para que todos ganen

La generación distribuida es una pieza clave para avanzar hacia un sistema eléctrico más limpio, resiliente y accesible. Pero su regulación actual en República Dominicana no está a la altura del momento.

El modelo de medición neta fue exitoso como incentivo inicial, pero sus distorsiones actuales —en costos, ingresos y equidad— necesitan revisarse. El verdadero debate no es GD sí o no, sino cómo se reconoce el valor real de la energía, quién paga por la red, y cómo se asegura que los beneficios lleguen a todos sin perjudicar la sostenibilidad del sistema.

Urge que el ente regulador abra un espacio técnico de diálogo, que las empresas distribuidoras asuman un rol activo, den un paso adelante en una transformación hacia un Operador de Servicios de Red, convirtiéndose en facilitador de servicios avanzados de red y viendo en la GD una oportunidad de desarrollar nuevos servicios, y a los defensores de la GD a reconocer que garantizar la sostenibilidad financiera del sector eléctrico, asegurará que los beneficios de la generación distribuida sean disfrutados por todos, sin frenar el crecimiento de las energías renovables.

El camino hacia una solución pasa por reconocer el valor real de la energía, corregir las distorsiones tarifarias y garantizar la sostenibilidad financiera del sistema eléctrico. Los ajustes regulatorios deben buscar un equilibrio que incentive a los prosumidores, mantenga la estabilidad económica de las distribuidoras y no penalice a los usuarios que no tienen paneles.

Lograr este equilibrio permitirá que la generación distribuida cumpla su promesa: ser motor de equidad, sostenibilidad y eficiencia en el sistema eléctrico dominicano.

Fares Antonio Jamatte | Ingeniero eléctrico con formación en economía y regulación de servicios públicos. Ha trabajado tanto en el sector regulador como en el ámbito comercial de generación eléctrica.

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